
-¡Vaya día llevo!- exclamó Carlota - No puede ir peor...
Se puso unos vaqueros y se dirigió a la tienda para ver si le arreglaban el vestido.
Cuando llegó se lo dijo a la dependienta, pero esta le contestó que no, que era problema suyo.
Carlota, enfadada y a la vez, desesperada salió de allí. Estaba cansada y pensó ir a tomarse un café. Se sentó en la primera terraza que encontró y pidió lo de siempre:un café con leche y un poco de azúcar. El camarero se lo sirvió en seguida, ella cogió el sobre de azúcar y lo echó.
Cuando lo probó puso una cara extraña. ¡El camarero había puesto sal en vez de azúcar!¡Aquel mejunje estaba malísimo! Pagó y se dirigió al supermercado para comprar unos cereales.
Entró y fue directamente a la sección de bollería. Allí estiró el brazo para coger sus cereales favoritos, que estaban en lo alto de la estantería y...
Cayó hacia atrás, pero un joven la sujetó por la espalda.
-Gracias, llevo un día...
-De nada-dijo él-¿qué te ha pasado?
-Uf, tantas cosas que no tengo tiempo para contártelas todas-contestó Carlota.
-Entonces tendremos que quedar otro día...-dijo el chico.
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-...y esta es la historia de cómo se conocieron tus abuelos. No fue un día tan malo a pesar de todo... Ahora vete a la cama Isabel, que mañana tienes que ir al colegio.
-Joo mamá. déjame un poquito más.
-Bueno, está bien...-dijo la madre
-Ahora cuéntame la historia de cómo conociste tú a papá-pidió la hija.
-¿Otra vez? Si ya te la he contado mil veces, te la tienes que saber de memoria.
-Pero me gusta mucho-replicó la niña
-De acuerdo...-aceptó la madre- Todo empezó en un día nublado de septiembre, en la playa, yo llevaba mi sombrero rojo, y de pronto comenzó a llover...