A la media hora, mas o menos, estaban en el puerto del pequeño pueblo de Lucía.
-Lucía, ¿sabes ir sola a casa?-Le preguntó Layla-¿Necesitas que te acompañe?
-No, gracias, es muy sencillo ir, solo tengo que bajar esta calle.
-Lucía, no hace falta que te vuelva a repetir que lo que has visto en la isla no se lo puedes contar a nadie. Es un secreto entre tú y yo.
-Y Dora.
-Y Dora, es verdad.
En ese momento Layla se dio la vuelta y se monto en un coche rojo. Lucía apuntó la matrícula: A 502362.
-¡Qué raro!- Exclamó Lucía- Esa matrícula no es de aquí.
Bajó toda la calle corriendo, tenia unas ganas tremendas de ver a sus padres, pero, cuando faltaban solo un par de bocacalles que cruzar, se dio cuenta de que sus padres, incluso la policía le harían preguntas, y si quería seguir investigando, debería inventarse una buena excusa para haber faltado tres días a casa.
-Ya sé. Diremos que me fuí al Festival De Rock, aunque a mí no me gusta, y que no se lo dije porque sabia que no me dejarían. Y no había llamado porque el móvil se me quedo sin batería.
Ya si que se había quitado un peso de encima, y ahora corrió mas que antes. Cuando llego a su
casa, aporreó la puerta, y una mujer morena y baja abrió la puerta.
-¡Lucía, ha llegado Lucía!-Gritó, corriendo a llamar a los padres de Lucía, que en cuanto vieron a su hija, la abrazaron.
Ella les explicó la falsa excusa y, contra todo pronóstico, sus padres no se enfadaron, solo se disgustaron porque Lucía no les hubiera dicho nada. los siguientes días en casa de Lucía transcurrieron con total normalidad, pero Lucía no se quitaba de la cabeza el submarino, la isla y sobre todo, a Layla. Un día, cuando se levanto, se vistió y fue en bici a casa de su mejor amigo, Oscar.
-Hola Oscar, siento haberte despertado, pero me tienes que ayudar.
Lucía le contó todo lo de la isla, lo del móvil que las había salvado y el secreto que tenían que guardar. Al principio Oscar no quería participar, pero cuando Lucía le contó lo del submarino, eso le convenció del todo. Oscar, desde que tenia cinco años, decía que iba a explorar el fondo del mar y que lucharía con peces tres veces mas grandes que él y que encontraría nuevas especies...
Pasados dos o tres días, Óscar y Lucía se fueron hacia la cueva donde había comenzado todo. Pero lo que ocurrió no se parecía en nada a lo que les pasó a Lucía y a Dora: nada de una piedra violeta, ni de una caída extraña, ni de un pasillo blanco y luminoso, ni un submarino, al final, no pasó nada de nada. Cuando los niños salieron de la cueva, cabizbajos y Óscar un poco enfadado porque pensaba que Lucía le había mentido, pasó un coche, rojo que iba levantando mucho polvo a su paso. Cuando pasó por delante de Lucía, la chica que iba en el asiento del copiloto se giró y se quedó mirando a Lucía. La chica era rubia y llevaba unas grandes gafas. El coche pasó y Lucía miró la matrícula: A 502362.
-¡Es Layla! ¡La chica que iba en ese coche es Layla! ¡A 502362, la matrícula del coche rojo de Layla!
-¿Por qué estás tan feliz? En teoría ella es mala, ¿no?
-Pero, ¿y si no lo es?¿Y si es buena y nos quiere ayudar?
-Esa matrícula no es de aquí, prácticamente me se todas las matrículas del mundo, y con toda certeza te puedo decir que esa matrícula es de Australia, de ahí la A.
Justo cuando Óscar acabó de decir esto, el coche rojo volvió a apsar esta vez con Layla conduciendo. El coche paró en seco delante de los chicos, levantando aún más polvo que cuando estaba en marcha. La puerta se abrió y, efectivamente, la chica rubia era Layla. Bajó con toda la raya de maquillaje que se había pintado bajo los ojos corrida y llorando a mares.
-¡Mi compañero, mi compañero! Le han matado, le han matado.
-Tranquila Layla, no te preocupes, te ayudaremos, él es Óscar, un amigo mío.
-¿Quién le ha matado?
En ese momento, vieron que iba corriendo hacia ellos Dora, y no parecía que corriera precisamente para jugar. Cada poco miraba hacia atrás y ladraba mucho. Caundo llegó hacia los niños, de detrás de un árbol salió un hombre que corría, pero cuando vio a los chicos y a Layla, se paró, aunque seguía andando y le dijo a Lucía, con voz grave:"Tú debes morir"
En ese momento, vieron que iba corriendo hacia ellos Dora, y no parecía que corriera precisamente para jugar. Cada poco miraba hacia atrás y ladraba mucho. Caundo llegó hacia los niños, de detrás de un árbol salió un hombre que corría, pero cuando vio a los chicos y a Layla, se paró, aunque seguía andando y le dijo a Lucía, con voz grave:"Tú debes morir"
-¡Aaaaaaaaaah!
-¡Menos mal, solo ha sido un sueño!
Miró a Dora que estaba dormida, y se levantó para acariciarla. Luego, se sentó en la cama, abrió el cajón de su mesilla de noche, sacó el libro que debia leer para clase, miró el reloj: 3:45, y pensó:"Mejor voy a dormir, que mañana tengo tres exámenes!. Se tumbó sobre la cama, guardó el libro y cerró los ojos.
-Mañana será otro día.
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