Junio 2011
¡¡Nuevo número del periódico literario!! Brujas en nuestra sección de "Mitos y leyendas", un nuevo acertijo como cada mes y una frase sobre amor y guerra, para darle vueltas a la cabeza. Para descubrirlo haz click sobre "Periódico Literario", que se encuentra en la parte de arriba del blog.


domingo, 8 de mayo de 2011

LA CASA DE LA ABUELA

Alba acababa de llegar a aquella casa. Su antigua casa, más bien, la de su familia, ahora convertida en un gran hotel. La casa estaba muy cambiada a como ella la recordaba, antes desprendía un olor a humildad y a comida recién hecha esperando en la mesa a que la niña qe era antes y sus primos llegasen de una mañana llena de juegos y divesión; ahora, la casa desprendía un olor a lujo, y sobre todo a modernidad. Alba, sin lugar a dudas, elegiría los primeros olores, los de su infancia, los cuando jugaba a mámas y papás, cuando no sabía que en la vida habría problemas, cuando para ella, los veranos, se resumían en una palabra: Diversión. Ahora también se resumían en una palabra: Trabajo. A Alba le fastidiaba tener que pagar por dormir en la casa que un día fue de sus padres, de sus abuelos, de sus tatarabuelos... Le tocó la habitación número 13, y aunque era muy supersticiosa, sentía curiosidad por saber cual era. Cuando se fue acercando, creía que sabía qué habitación le había tocado. Su habitación, donde dormía con Adriana y con Carla, donde había hecho fiestas de pijamas y donde tantas noches había llorado porque querían irse a cas, pero cuando tocaba la hora de irse, también lloraban. Cuando abrió la puerta de la habitación, todo estaba diferente, pero a la vez igual. La habitación seguía oliendo al perfume de la abuela, que olía a rosas y flor de azahar. Alba, Adriana y Carla se lo cogían sin que ella se enterase y se echaban litros y litros. No sabían como lo hacía, pero siempre había un bote nuevo enfrente del espejo de su tocador.

Alba deshizo la maleta, se tumbó en la cama y comenzó a recordar. Recordó esos largos veranos que pasó allí, con la abuela, con los primos, con los tíos... De esas mañanas cuando bajaban a la cocina y había tostadas calientes esperando a la mantequilla y a la mermelada. De esas noches en las que jugaban a las cartas, y alguno de los primos terminaba enfadado, pero no por mucho tiempo.


Se hizo de noche, y Alba se durmió. Entre sueños, comenzó a oír una dulce melodía. Alba estaba aun medio dormida, pero la melodía seguía sonando, lejana, pero cercana en su memoria. Alba, ya algo más espabilada, abrió la puerta y sin saber por qué sí o por qué no, empezó a andar por el pasillo. Con cada paso que daba, la melodía se hacía más fuerte. Por su cabeza circularon varias imágenes, la de la abuela, la de unos collares, la de una bailarina dando vueltas sobre un eje... Alba pensó que segunramente fuera un sueño, y para comprobarlo, se chocó contra la pared. Cuando se repuso del golpe, continuó andando, hasta que descubrió que la melodía provenía de arriba, del techo. Allí estaba el desván, donde la abuela no les dejaba subir, pero, ¿ahora estaba la abuela? Como la respuesta fue que no, Alba saltó, agarró la pequeña cuerda y tiró hacia abajo, desplegando una escalera de madera. Alba puso sus pequeños pies en los peldaños, y cuando llegó a arriba, tiró de la escalera y la guardó. Cuando se dio la vuelta, todos los muebles de la abuela, sus cuandros que pintaba, todo, estaba allí. Empequetado, con sábanas por encima y saquitos para las polillas. Había un mueble y encima, un joyero que hacía la melodía. Era de la abuela, y eso emocionó a Alba. Al lado del mueble había un baúl, y dentro, para sorpresa de Alba, había disfraces, hechos por la abuela para sus nietos. Alba sientió como la niña que llevaba dentro, salía. Esos colores eran maravillosos, al igual que la abuela, que sus primos, que los veranos, que la casa, que la infancia. Porque, aunque de pequeños queremos ser mayores, de mayores queremos volver a ser pequeños.

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