
Me desperté , y a diferencia de todos los días, no miré el reloj. Vi la ropa, y pensé en vestirme. También pensé en el examne que tenía a primera hora, de matemáticas. No me salían muy bien los ejercicios, estaba muy nerviosa. Cogí el chándal y me fui al salón. La casa estaba en silencio. Me quité el pijama y me puse la ropa. Ese día no tenía hambre, comería algo en la cafetería del instituto. Cuando acabé, fui al baño, y como cada día, me lavé, me peiné... Vi la mochila al final del pasillo, lista para un nuevo día de clase. Fui a la habitación a coger mis zapatillas , me las puse y también el abrigo. Fui al final del pasillo y cogí la mochila. Al ir a abrir la puerta, miré el reloj que estaba colgado al lado de ésta. Mi madre se empeñó en colgarlo ahí, y menos mal, porque eran...¡Las dos y cuarto de la mañana! Me quité el abrigo y el chándal, dejé la mochila y volví a la cama. No sabía qué me había pasado, solo tenía una cosa clara: ¡¡Menos mal que estaba allí el reloj!!
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