Junio 2011
¡¡Nuevo número del periódico literario!! Brujas en nuestra sección de "Mitos y leyendas", un nuevo acertijo como cada mes y una frase sobre amor y guerra, para darle vueltas a la cabeza. Para descubrirlo haz click sobre "Periódico Literario", que se encuentra en la parte de arriba del blog.


lunes, 2 de agosto de 2010

VISITA A LA ABUELA

¡Corre, corre!- dijo Sandra
¡Ya voy! ¡No puedo correr mas!- le contesté

Como cada verano Sandra y yo íbamos juntas a Lupfig, un pueblecito situado en Suiza. Todos los años nos desplazábamos hasta allí para visitar a la abuela, que nos recibía con ilusión.
Al llegar a la puerta de embarque observamos que no había nadie y tan solo quedaban 10 minutos para partir. Rápidamente Sandra y yo miramos las pantallas y habían cambiado la puerta de embarque.
Quedaban solo 4 minutos cuando llegamos, enseñamos los pasaportes y fuimos corriendo hacia el autobús. Nos montamos y en muy poco tiempo llegamos al avión. Avanzamos por las escaleras y una vez dentro buscamos nuestros correspondientes asientos, el 22 A y el 22 B.
Mi prima y yo estábamos tranquilas, pensando que todo se había resuelto y que el resto del viaje sería pacífico, pero no fue así...

Llegó la hora de comer, en el avión no había mucha variedad, así que pedimos unos bocadillos. La comida no estaba incluida en el billete, por lo que teníamos que pagar aparte. En ese momento fui a sacar mi monedero y me di cuenta de que no estaba en el bolso. Lo busqué en los asientos y en la mochila del equipaje de mano. La azafata estaba impaciente y Sandra se estaba poniendo roja de vergüenza. Fue entonces cuando saqué del bolsillo izquierdo de mi pantalón 5 euros que me habían sobrado al comprar los refrescos en el aeropuerto. ¡Estábamos salvadas! Se los di a la azafata y me comí el bocata de jamón serrano con tomate.

Al llegar al aeropuerto de Zurich fuimos a la cinta para recoger las maletas. No tuvimos que esperar para ver un gran maletón rosa, el de Sandra, pero las maletas se acabaron y la mía no había salido.
Estaba cansada de este viaje y entonces apareció un hombre vestido con el uniforme del aeropuerto que traía mi maleta. ¡Que bien! Parecía que las cosas empezaban a salir bien.

Un hombre nos esperaba a la puerta, con un cartel que decía:
"Familia García"
Fuimos hacia él y nos explicó que era el vecino de la abuela y que nos llevaría a casa. Nos montamos en su coche y cuando llevábamos unos 15 minutos de viaje el coche se paró. ¡No tenía gasolina! Por suerte el vecino de la abuela llevaba una garrafa en el maletero, suficiente para llegar.

Nos acercábamos a Lupfig y vi la casa de la abuela desde lejos. Al acercarnos ella estaba en la puerta saludándonos.
Nos bajamos del coche, corrí hacia ella y la abracé con fuerza.

¡El viaje había merecido la pena!

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